El autor, M. Á. Aguilar, añora la Iglesia de la Concordia en la Transición, y se asombra de la hipocresía de los obispos actuales. Hipocresía porque se quejan del trato que reciben de los medios de comunicación, mientras usan los suyos propios como sembradores del odio, del enfrentamiento cainita y del ataque al prójimo. Hipocresía porque sólo ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. Hipocresía porque señalan los deberes que han de cumplir los profesionales de los medios de comunicación, pero ellos no los cumplen.
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