La Generalitat emitió hace meses un mensaje que no logra materializar: la época de tolerancia con los implicados en casos de corrupción, que llegó a su cénit en los últimos años de presidencia de Francisco Camps, se había acabado. La posición sintonizaba con la de la calle Génova. La dirección nacional del PP ya había impulsado una política de limpieza en Baleares, la otra autonomía gobernada por los populares que presentaba un nivel de escándalos comparable al valenciano. El motivo de fondo partía de un cálculo. Resistir en el poder...
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