Los autores del libro retan a cualquiera a que les dé un solo ejemplo de nueva industria que haya nacido gracias a las patentes. Ni el automóvil, ni la aeronáutica, ni la química, ni los textiles deben su triunfo al monopolio y sí al intercambio de ideas, cuando no a la copia. Boldrin y Levine recurren continuamente a la historia porque en la actualidad es difícil encontrar, aparte de la ciencia básica, un sector de la investigación que no esté sujeto al sistema de patentes.
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