Ninguna ciudad ha tenido la capacidad simbólica de Nueva York en épocas de bonanza pero para su desgracia, ese poder icónico se mantiene en las de crisis. Igual que los edificios de la Gran Manzana representaron en su momento los sueños y aspiraciones del capitalismo desenfrenado, ahora recuerdan indefectiblemente el panorama de un sistema en quiebra.
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