Cientos de profesores de escuelas públicas de Nueva York, acusados de conductas inapropiadas en el ejercicio de su profesión, continúan ingresando sus salarios mensuales, debido a que, legalmente, mantienen sus puestos de trabajo, aunque en la práctica, no puedan ejercer la enseñanza. Pasan las ocho horas de su jornada laboral en habitaciones habilitadas donde juegan al Scrabble, navegan por Internet o leen.
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