Uno de los fenómenos más interesantes de los últimos tiempos es el giro a la derecha del Occidente libre y la desaparición de la clase obrera. En el sentido físico y no solo en el figurativo. Los trabajadores y sus familias como categoría social prácticamente no existen. Los que fueron, y los pocos que todavía van a la fábrica cada mañana, han caído en la pobreza. Alienados en los suburbios, comparten su empleo con nuevos compañeros de trabajo: robots. Es el escenario distópico que se consolida.
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