El aborto no puede ser equiparado al asesinato. Los fetos no son personas ni viven, claro, en sociedad. Del mismo modo los embriones y similares son aún menos que fetos. Pese a que esto es evidente siempre se esgrime en su contra el argumento hilemórfico ("lo que en potencia es algo, es ese algo"). Este argumento antiabortista es pura religión y sólo puede ser respaldado por la fuerza, porque llevándolo a su extremo deberíamos considerar la masturbación masculina algo digno de persecución penal por "atentado contra la vida".
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