Antes era fácil detectar los ataques contra la ciencia. Un pastor agitando la Biblia en la mano, decía que él no era descendiente de ningún mono. Una aldea africana se negaba a recibir vacunas y prefería los tratamientos del brujo local. Agoreros de la Nueva Era vendían pociones en las ferias. Pero en las cinco décadas pasadas los enemigos de la ciencia han evolucionado. Más que atacar por el frente,los pregoneros de teorías irracionales han comenzado a afirmar que sus creencias son simples alternativas y que tienen la misma validez científica.
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