Una característica del felipismo, esa égida socialista de 14 años de funambulismo democrático, fue el compromiso con la derecha para no “remover el pasado”. Desalojado del poder por méritos propios (GAL, Fondos Reservados, ofensiva antisindical, etc.) y ajenos (frentismo facha político, mediático y empresarial), Felipe González reconoció sotto voce que esa, la del silencio cómplice, fue una de las promesas que le arrancó el fallecido general Manuel Gutiérrez Mellado.
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