El Adelanto de Salamanca, al igual que otros muchos, afronta su agonía definitiva. Algunos periodistas que conozco, a pesar de llevar diez meses sin cobrar, que son más de trescientos días; a pesar de no ver un duro porque un impresentable pensó en su día que un periódico es igual que una constructora, han seguido currando como jabatos hasta el pasado lunes.
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