Eran alrededor de las 9 de la mañana cuando me dirigía tranquilo hacia la estación de Abando para hacer mi trabajo para el diario EL MUNDO. Pretendía hacer unas fotos en el interior del suburbano y retratar cómo se iba desarrollando la jornada de huelga de Metro. Metí mi billete y bajé al andén a esperar a que llegase uno de los trenes de la línea 1. Mientras esperaba, me dí cuenta como los vigilantes de seguridad no me quitaban el ojo de encima y no entendía la razón pues desde hace años está permitido tomar fotografías en las instalaciones.
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