Pueden sin duda los dioses variar el curso de la naturaleza, alterar los fenómenos atmosféricos, omitir el tiempo, mudar de piel. Existe sin embargo, al alcance de tan solo unos pocos iniciados otro tipo de poder aún más peligroso: el dominio de la palabra. Porque esta, pronunciada, es una fuente de energía: crea y dispone, da origen a algo nuevo. Otorga a quien conoce sus secretos la capacidad de poner, en el mundo, orden. Rafael Álvarez el Brujo es, como su propio nombre indica, uno de esos pocos elegidos.
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