La fachada del Ayuntamiento luce diferente según la ocasión. El 6 de julio a las doce, engalanada, rebosa brillo y alegría. Ganas de fiesta. Y en una noche de protesta pacífica se ve seria y austera. No parece tan alta, quizá porque nadie mira arriba, esperando el estallido del cohete desde el balcón. Los ojos se quedan abajo, al nivel del ciudadano: a la puerta de entrada, imaginando que algún día será la de la casa de todos los pamploneses; y a las estatuas que la flanquean: a un lado, La Justicia; a otro, La Prudencia.Parece ironía.
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