Que el insípido socialdemócrata François Hollande haya ganado las elecciones presidenciales francesas no me hace ninguna ilusión. Tampoco tengo ninguna esperanza, al menos de momento, en que este triunfo suponga una ruptura definitiva con las actuales políticas neoliberales y europeístas que asolan el viejo continente. Pero si por algo me alegro de este triunfo es debido a la patada en el culo que el electorado francés le ha dado a Nicolás Sarkozy para que desaloje el Palacio del Elíseo.
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