(...) Para comprobar la impronta profunda, centenaria, del español en Nuevo México, lo mejor es ir al norte rural del estado, al que se llega atravesando un desierto bautizado desde tiempos coloniales como La Jornada del Muerto. Al final de la travesía están los pueblos y las casas dispersas de los hispanos de Nuevo México, descendientes de colonizadores españoles.
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