Estábamos jugando con las palabras cuando apareció “cucaracha”. A mi hijo le hacía gracia su sonido y enseguida la asoció a la célebre canción en que este bicho ya no puede caminar. Momento en el cual se desternillaba como si hubiera encontrado un chiste a los cuatro años, su edad. Pero, de repente, paró de reírse y me preguntó: “Papi, ¿por qué no somos cucarachas?”
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