Lo mismo llega un mal día que perdemos del todo los estribos ante una trastada o una rabieta tamaño XL y se nos escapa la mano. En ese caso sería verdad aquello que cuentan de que nos dolería más a nosotros que al niño. También creo que no tendría sentido ninguno que nos fustigásemos por ello. Todo el mundo se equivoca. También nos equivocamos ejerciendo de padres. Somos humanos.
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