La aventura comienza cuando se encontró por la mañana a una mujer que le pidió un euro. Carmen decidió invitarla a tomar un café y a comer algo y, cuando a las 8.00 horas entraron a pedir en una de las cafeterías más conocidas del centro de Oviedo -estaba cerca y era la única abierta- el camarero respondió que «no, no se puede sentar dentro del local, se lo tengo que poner para llevar».
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