Cambiar de opinión en función de los argumentos de los demás parece una tarea casi imposible. Varios estudios demuestran que intentar convencer con pruebas a colectivos como negacionistas climáticos o antivacunas refuerza su posición y sus creencias erróneas. Pero no son los únicos. Cuando nuestras convicciones están amenazadas, nuestro cerebro está dispuesto a hacer las más extrañas piruetas.
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