Se me iban a pasar los calores sin mencionar la indumentaria. Ya saben: lorzas sudorosas a la vista y restregándose contigo en la calle Sierpes, pantorrillas peludas a tu lado en el asiento del AVE, fulanos quitándose las pelotillas de los pies en el museo del Prado, y otros horrores estacionales de esta España convertida en inmenso chiringuito playero. Pero hasta las costumbres desaparecen, incluidas las propias. El mundo se derrumba. Hace tiempo que lo del indumento guarro es batalla perdida, o ganada, según el punto de vista.
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