Cuando uno escribe para un gran medio sabe que todo lo que escribe, aunque no sea para ese medio, es susceptible de ser vinculado a él. Pero muy pocos quieren convertirse en el Jesucristo del periodismo español, el mártir de la opinión pública, violado y humillado por la comunidad bienpensante que dirige todos los medios de comunicación españoles. Escupido al underground, condenado a redactar crónicas desde Oriente Medio o a escribir crítica literaria en ABC.
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