Por si teníamos poco con la amenaza nuclear en Japón, la crisis económica, una guerra abierta en Afganistán y otra mal cerrada en Irak, abrimos otro frente, y en nuestro charco trasero, el Mediterráneo, justo cuando toda la región anda más revuelta. Gadafi no merece ninguna defensa. Sus últimos desvaríos comparándose con Franco no nos lo hacen precisamente simpático, pero estamos en lo de siempre: nuestras bombas no le van a despeinar, y serán otros los que reciban el castigo.
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