Pocas veces una crisis económica ha retratado con tanta crudeza la innata maldad del capitalismo neoliberal y sus devastadores efectos sobre ciudadanos y trabajadores, pilares del sistema en su doble condición de productores y votantes. Los dos vectores, trabajo y sufragio, que sirven para legitimar las actuaciones autónomas de una clase política devenida en casta al optar como representantes “libremente elegidos” por opciones que perjudican a sus representados y herederos.
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