Rajoy habló con una pistola en la sien, que ni siquiera empuñaba él. Mientras enumeraba las plagas que su Gobierno abatiría sobre la población, se palpaba la desilusión de los sectores más favorecidos, ausentes del pormenorizado relato de maldiciones. Puede discutirse si en España hay demasiado funcionarios, pero no hay demasiados funcionarios ricos.
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