¿Cómo se atreve a cuestionar mi integridad moral? ¿Con qué autoridad juzga usted mis decisiones? ¿Quién le ha otorgado el derecho a decirme lo que está bien y lo que está mal? Usted, que cree que el hijo de no sé qué dios caminó entre nosotros hace más de dos mil años, y no solo eso: curaba milagrosamente, multiplicaba la comida, ¡caminaba sobre las aguas! Déjeme decirle alguna que otra cosa: Una mujer es un ser humano, con los mismos derechos y deberes que un hombre, por mucho que le pese.
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