Sus abuelos lo mantuvieron encerrado desde los dos años de edad y después lo abandonaron en un asilo. Hoy ese niño tiene 40 años de edad y a veces se comporta como gallina picoteando las paredes y en ocasiones no logra dormir en una cama común y corriente por lo que se acurruca al estilo de ellas. Aún no habla pero sigue recibiendo terapias de recuperación gracias a la ayuda de la empresaria australiana Elizabeth Clayton, creadora de una institución para atender a niños abandonados que recoge en las calles.
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