«Escuché unos gritos desaforados de un niño que pedía ayuda. Me asomé al balcón y lo vi en el agua, llorando y chillando. Había alguien con él y pensé: '¿Por qué no lo ayuda?'». Quien habla es Antonio Aguilera. Su despacho, situado en la novena planta de un edificio de la avenida del Comandante Benítez, está justo enfrente de la desembocadura del río Guadalmedina, donde el lunes una mujer presuntamente arrojó a su hijo de 9 años al cauce.
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