La mente de un niño puede darnos auténticas lecciones de creatividad e ingenio. El verdadero autor de esta idea fue realmente mi hijo Rafael, de 11 años. Me pareció tan interesante que pensé en modelar un poco la idea y divulgarla. Tal vez haya sido el espíritu de explorador que todos llevamos dentro el que me haya llevado a impulsar la idea, pero nadie puede negar que se trata de un proyecto apasionante y muy rentable, casi necesario. Ahora tengo la sensación de que dormimos sobre incalculables tesoros que aguardan a que los descubramos.
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