La menor siguió la consigna de su cuidadora y no se quitó el cinturón de seguridad. Sólo lo hizo cuando se vio sola y desamparada en un descampado de Tavernes Blanques, lugar donde el chófer estacionó el autobús sin percatarse de la presencia de la niña. Diecisiete kilómetros separaban a Marta de su casa. Su madre, María Regina Gil, no sale de su asombro. "Lo que no entiendo es que nadie del centro se diera cuenta de que mi hija faltaba hasta la hora de comer, porque estuvo desde las nueve de la mañana metida en un autobús", resaltó la mujer.
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