Y a Ronaldo. Y a Messi. Y a Bale. Aunque no vayas al campo, aunque cambies de canal cuando aparece un balón. Una parte del sueldo que gana Neymar sale de tu bolsillo, querido contribuyente. Y también pagas a sus representantes, entrenadores, intermediarios y demás fauna y flora del fútbol español, un espectáculo que para lo que quiere es un negocio privado y, para lo que no, un sector público protegido por el vaporoso concepto del «interés general».
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