La «neocensura» trabaja así: el ilustrador Ángel Idígoras había recreado la escena del beso de Doisneau en una tapia malagueña y sobre el mural había clavado los versos de Aleixandre: «La memoria de un hombre/está en sus besos». Pocos días más tarde un héroe anónimo decidió escribir junto a los versos la siguiente pregunta: «Y la memoria de las mujeres ¿donde (sic) está?». Como si la proeza no fuese suficiente, el héroe la coronó con un tajante «machirulo» junto a la firma de Idígoras.
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