Resulta que la inversión, el negocio, el pelotazo, estaba nada menos que en los parques naturales (¡Ohhhh!) En una regulación que, de vericueto en vericueto, al final se resumía en que aquel cuyo suelo, no edificable ya de entrada, pasara a adquirir la condición de parque protegido, tenía derecho a obtener en otro lugar sí urbanizable los mismos metros cuadrados que hubiera perdido en esa zona a partir de ahora intocable. Lo que se trataba no era de tener opciones en suelo que de no urbanizable iba a pasar a serlo sino de lo contrario.
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