Los regulatory credits son un saco en el que Tesla mete conceptos diferentes que nada tienen que ver con la venta real de coches y que ha comenzado a desglosar en los últimos años en sus informes tras ser forzada a ello por el regulador estadounidense. Vender emisiones de CO2, y no coches, le ha aportado 1.309 millones de dólares hasta el 30 de septiembre.
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