La batalla entre los hijos del Chapo Guzmán y los seguidores del Mayo Zambada tiñe de sangre el viejo santuario del cartel. Los cadáveres se acumulan en las calles y la vida social se ha reducido al mínimo. EL PAÍS recorre Culiacán y alrededores, donde casas y negocios quemados, además de tiroteos y bloqueos viales, son parte del paisaje diario.
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