España está atrapada en una espiral perversa. Nuestra deuda pública, sin soberanía monetaria, es insostenible. Nuestros acreedores nos tienen cogidos por donde más duele. Los salarios son muy bajos y los empleos profundamente precarios, consecuencia de un modelo productivo intensivo en mano de obra, centrado en actividades de poco valor añadido (turismo, construcción y burbujas varias)
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