En algún momento, se prohibió totalmente su transcripción a partituras y su reproducción solamente era permitida en estos oficios, añadiendo un halo de misterio a la pieza [Miserere Mei, Deus, perteneciente al Salmo 50 (en numeración griega) de Gregorio Allegri]. Escribirla o reproducirla sin permiso era un acto castigable por parte del Vaticano bajo pena de excomunión, y ya sabemos como se trataba la excomunión en el siglo XVII
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