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Música para olvidar- Elvira Lindo

A Marjorie Eliot le sobraban los domingos. Desde que un domingo de hace veinte años se le murió su hijo Philip por una infección de riñón. Marjorie trató de buscar la manera de sobrellevar el séptimo día del calendario. Y como no hay tiempo que cicatrice la pena de una madre por la muerte de un hijo la pianista negra decidió sentarse al piano cada domingo a las cuatro de la tarde. Abrió las puertas de su casa para todo aquel que quisiera unirse.

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