Gritos, pitadas, provocaciones y ataques verbales en los que no dejaba de oírse "¡asesinos!, ¡vergüenza!, ¡no es jamón, es cerdo muerto". ¿A quiénes iban dirigidas semejantes lindezas? La diana de estos dardos eran los clientes y trabajadores del Museo del Jamón, una de las franquicias más antiguas de Madrid y que vive de poner platos y bocadillos de jamón ibérico. "¡Sois cómplices del maltrato y la crueldad!" y, de nuevo, "¡asesinos!" A más de un cliente se le atragantó la loncha de jamón, y no por pena, en vista de semejante percal.
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