En julio de 2011, un equipo de psiquiatras de una clínica de La Haya recibió el caso de una paciente cuyos síntomas eran tan extraordinarios que despertaron el interés del propio Oliver Sacks. La mujer, de 52 años, aseguraba llevar muchos años viendo cómo las caras de las personas se transformaban en caras de dragones, algo que le ocurría varias veces al día.
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