Como consecuencia de este error, Abbah cuenta que fue acosada sexualmente, violada y hasta sodomizada por los reclusos en multitud de ocasiones, y hasta los guardias de la prisión la obligaron a brindarles favores sexuales, siempre en contra de su voluntad, todo con el gran riesgo de contraer el sida, puesto que la tasa de infección en la de Westville es superior a la de otras prisiones sudafricanas; y que este horror llegó a un punto que intentó suicidarse.
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