Mayo de 1933, New York. La policía ordena abrir una fosa común para los sin techo del cementerio de Ferncliff, en el condado de Westchester. Sepultado tras casi cuatro metros de arena, encuentran el cuerpo que han venido a buscar. Mike Malloy, un pobre diablo al que su adicción al alcohol y una neumonía lobular acabaron arrastrándolo a la tumba; al menos eso es lo que dice el certificado de defunción.Pero el fiscal del distrito del Bronx, Samuel Foley, no acostumbra a investigar muertes de vulgares borrachos.
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