Cuando oímos noticias sobre un hispano, un negro o una mujer africana que son ejecutados por haber cometido un asesinato hace 30 años o incluso por tener relaciones sexuales fuera del matrimonio enseguida nos ponemos en contra de la pena de muerte por la terrible crueldad que supone que la Administración pueda decidir acabar con la vida de una persona. ¿Nos parece igual de repugnante una ejecución cualquiera en la Florida de Jeb Bush que la ejecución de Sadam o unas hipotéticas condenas a muerte contra Pinochet, Franco, Hitler…?
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