Podemos acceder a catálogos enormes de una manera muy cómoda pero, a cambio, entre las grabaciones y nuestros oídos, hemos colocado unos códecs o algoritmos que comprimen las canciones para hacerlas más manejables. Hay quien cree que esta pérdida de información auditiva resulta inapreciable. Y hay quien piensa, como Neil Young, que la música comprimida “es una basura que está arruinando nuestros cerebros”. En cualquier caso, la industria discográfica ha puesto últimamente sobre la mes la cuestión de la calidad.
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