Como caracteres éticos, Guardiola sería David frente al Goliath de Mourinho. Y el mito se repite: la humildad y serenidad estoicas están ganando la partida a la soberbia de quien parece aspirar a ser casi una especie de superhombre. Y no faltarán quienes opinen que los partidos se ganan en el campo, que el fútbol es un juego de estrategia y que este ethos de los entrenadores es una cuestión totalmente secundaria e irrelevante, independiente del resultado del partido.
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