Viajar en moto ofrece un dilema. En el primer caso, en solitario, prima exclusivamente la comodidad. En el segundo, acompañado, la satisfacción de compartir una experiencia singular. Pero, no sería la primera ocasión que la generosidad se ausenta para dar paso al egoísmo, sin tener en cuenta que la filosofía de la moto no olvida el compañerismo y la solidaridad en todo momento. Fuera y dentro de la carretera. Parado o en marcha. Y a esta relación se le debe añadir un apartado más en sus normas tácitas: “mejor acompañado que solo”.
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