Hay personajes que descolocan porque acaparan a la vez inteligencia, crueldad, destrucción, creación, hipocresía, talento y mala hostia. Ante ellos es casi tan fácil practicar el odio como la admiración. Un poco todo esto ocurre con Robert Moses. Un gruñón fundamentalista, patriarca del urbanismo expansivo, y cruel tutor del desarrollo de Nueva York durante la primera mitad del siglo XX. Suele ser calificado como el gran diablo que se cargó el Nueva York de siempre. O como el milagroso hacedor de la Gran Manzana...
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