Gracias a Wikileaks, Pérez-Reverte ya conoce la respuesta al enigma. Moratinos no lloró en su despedida por la dureza del cese, sino por la llegada a su despacho de Trinidad Jiménez, a la que había tenido que sufrir como secretaria de Estado para Iberoamérica. Si hay algo más cruel que destituir a alguien, es sustituirlo por su peor enemigo. Jiménez ya desalojó de Sanidad a una Elena Salgado, por lo que el misterio de la Sanísima Trinidad consiste en su función de verdugo de Zapatero para la decapitación de ministros obsoletos.
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