A partir de ahora, Mariano Rajoy tendrá que asistir a las cumbres europeas con un chaleco antibalas o, como mínimo, antipuñaladas por la espalda. Las críticas a la situación económica de España de Nicolas Sarkozy y Mario Monti le han sentado como un tiro al presidente español. Y si lo del presidente francés puede encontrar un atenuante en su agónica lucha por mantenerse en el Elíseo, lo del primer ministro italiano tiene el agravante de la reincidencia.
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