María Martínez salió a trabajar, como todos los días, a eso de las 07.15 de la mañana. Estaba todo a oscuras, era aún de noche y las luces de la calle estaban apagadas, por eso no se percató del robo. «Me metí en el coche y sí, noté que estaba algo bajo, pero nada más, el problema fue cuando lo puse en marcha y no se me movía», apuntaba ayer justo delante del vehículo. Abrió la puerta y fue descubriendo con sorpresa que le faltaba no sólo una, sino todas las gomas. «Me hinché a llorar y llamé a mi marido».
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