Unos y otros -sector y Gobierno- coinciden en una cosa: culpar a parte de la prensa anglosajona, y en particular a la británica, de tener mucho que ver con el cambio de expectativas. En privado arremeten contra publicaciones como The Economist o Financial Times de ofrecer una imagen distorsionada del mercado inmobiliario español que ha traspasado en muchas ocasiones el catastrofismo más rancio. De risa.
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